jueves, 14 de noviembre de 2013

Dispersión, copón.

Envidio a las personas que son capaces de centrarse. Focalizar su atención en un objetivo claro, puro. Las personas que creen que su camino lleva a alguna parte muy planificada. Y que se ven a sí mismos en un futuro no muy lejano de una forma concreta.

Mi camino está lleno de atajos y animalillos que me entretienen. Es un camino de mierda. Porque me apetece más perderme por el monte que llegar a alguna parte. Porque sé que tengo que llegar... Y a dónde, supongo. Pero sinceramente, me da igual. Me importa una mierda ese camino y su final porque cuando llegue allí no va a pasar nada y sé que me habré perdido unos atajos increíbles. Y ese el problema. Ser una persona dispersa es lo que tiene. Muchos intereses y el mismo tiempo material que tiene una persona a la que sólo le gusten, por ejemplo... Los sellos. Sin embargo, yo nunca tendré el mismo control y conocimiento que la persona a la que le gusten los sellos. Esa persona sabrá decirme más cosas sobre sellos incluso que sobre su propia madre o  infancia. Y yo tendré que conformarme con decirle un poquito sobre mis cincuenta mil intereses y lo básico sobre sellos (que me interesan más bien poco pero he de decir que alguna que otra vez también me he fijado en esa mierda). Es cierto, algún día habré perdido mi tiempo mirando alguna gilipollez sobre sellos que me importan un carallo, sinceramente. Hasta ahí llega mi dispersión, a lo que también se podría llamar "déficit de atención" o simplemente: estar ociosa.

Pero no me engaño, aunque tenga esos intereses variados y dispersos, no me considero una mujer del Renacimiento. Porque lo más triste de todo es que no le sacaré partido alguno a ninguno de esos intereses por no centrarme suficiente en cada uno de ellos y puede que acabe estudiando algo de putos sellos de lacre, por ejemplo.

Fotografía: Sarah Moon



viernes, 12 de julio de 2013

La vulgarización de la belleza

Gracias a la divulgación de imágenes en las redes sociales, hemos llegado al punto de ser cada vez más "conocedores" de la fotografía y también de la moda, conocedores, que no expertos.
Nos encontramos en una espiral de información y de vuelta a lo manual que se retroalimentan mutuamente. Ahora todo el mundo hace crochet, cupcakes, ganchillo... Todo el mundo es maquillador profesional, todo el mundo es fotógrafo, todo el mundo es modelo.

Los aspirantes a fotógrafos encuentran en sus allegados a los modelos perfectos para su práctica en la materia. Crean fotos comunes, algunas correctas, sin nada más allá hasta que poco a poco pulen su estilo, se supone, para llegar a crear algo "bueno". Gracias a estos fotógrafos y a plataformas como tumblr, flickr o instagram dan a conocer su obra y también las caras de sus modelos. Caras, por cierto, muy variopintas. Es interesante que los rostros de gente mundana se expongan con esa intencionalidad estética tan palpable. El mundo está lleno de personas variopintas y está claro que la belleza es algo individual, personal. Se puede ver la belleza en un cabello rubio o mejor pelirrojo, que es tendecia, también puedes verlo en un rostro con arrugas,con pecas o en uno quirúrgicamente esculpido a modo de escultura griega. Al gusto del consumidor.

Personalmente, me parece maravilloso que haya cabida para todos esos rostros en el ámbito artístico de la fotografía, que tengan ese protagonismo. Pero hay una gran diferencia, creo, entre esos rostros, esos cuerpos y los de una modelo profesional. No tengo experiencia en absoluto en cuanto a tratar con esta gente del mundillo de la moda, en el que la belleza es algo tan elitista. Aunque creo que el trabajo de una modelo profesional es muy distinto al que puede realizar una chica  de ojos azules fotografiada por su mejor amigo.

No lo sé, supongo que se trata también de una actitud, la pose no es más que eso, supongo. La gente nace para ello y también se educa. Pero me parece que cada vez existe una línea menos fina entre esos rostros y los que aparecen en las revistas, especialmente en la cabeza de los internautas, que hoy en día viene a ser un número de individuos más que considerable. ¿Hasta qué punto es eso bueno? Que una estudiante mona sea retratada a la luz del sol primaveral rodeada de flores por su compañera de piso y al día siguiente se haga un facebook oficial para su trabajo como modelo. Supongo que hay casos en los que puede llegar a dar su fruto, pero pienso que muchas veces todo se queda en el ridículo. Porque no hay nada más ridículo que atribuírse unos méritos propios de una profesión, y de los cuales careces.

Supongo que las redes sociales empujan, en cierto modo a ello, que la gente lo hace por probar y para verse... Y que todo el mundo quieres su pedacito de gloria en esta era en la que si tienes menos de 100 seguidores en twitter no eres nadie. Creo que en general, y no sólo en ámbitos artísticos, deberíamos poner en orden nuestras prioridades y darle vueltas al tema de cómo internet llega a vulgarizar hasta tal punto oficios tan diversos. Como el de artesano, también, el de artista plástico, el de actor...
Es como si la mediocridad brillase con tal de estar expuesta en una pantalla.


Fotografía por cortesía de Instagram, la modelo es esa tal Rihanna.





jueves, 18 de abril de 2013

Para mí es un auténtico gilipollas

El miedo, esa cualidad tan vomitiva y característica del ser humano que denota mil y una inseguridades.
Lo cierto es que siento ese miedo no sé si por inseguridad o incertidumbre. Creo que de vez en cuando dejarse llevar por las emociones es natural y no puedes tener un férreo control sobre ello. Desde mi poca experiencia, lo digo.

Fotografía por: Aela Labbé

Llevo días escuchando una gran retaíla de cosas con respecto a la importancia de "ser humano", "sentirse humano" y demás teorías sobre la convivencia con uno mismo. Sé que pretendía ser una forma de ayudar a comprender mi situación pero no creo del todo que una persona tenga la capacidad de canalizar y controlar esa cascada de emociones y altibajos de forma positiva. No lo creo o me resulta de lo más difícil creerlo.
Entiendo, sin embargo, que es más que productivo aceptarlo. Aceptar que sientes ira, odio, dolor, que eres rencoroso, egoísta a veces. Es un modo de aceptar esa humanidad. Pero esa misma teoría también sostiene que todas emociones y lo que provocan que éstas se desencadenen las produce uno mismo inconsciente o conscientemente. Que si hay un choque/conflicto con otra persona se debe a que tú malinterpretas una actitud en esa persona. Que ves maldad donde no la hay, que ese mal está en tu visión y no es real y/o palpable. Digamos que atraes ese mal porque tienes predisposición a ello.

Vamos, que si un tío te parece un soplapollas en realidad no lo es. Es que resulta que tú ves al soplapollas por tu disposición o contexto. Algo así como lo  de que "para mí esa persona es un subnormal". No dices "es un gilipollas" sino "para mí es un auténtico gilipollas". Esta sería la traducción de dicha teoría al extremo más salvaje y estúpido pero a la vez más claro a entender.

Es interesante. No obstante, resulta abrumador que un individuo sea capaz de provocarse a sí mismo tamañas desgracias con respecto a conflictos, convivencias y enfrentamientos, aún siendo inconsciente.
Pienso que no podemos ejercer tal control sobre todo, o lo dudo al menos.Yo, desde luego, me volvería loca culpándome a todas horas de todas y cada una de las pequeñas jodiendas que me pasan. Y más aún últimamente. Pensar en que me quemo con la sartén y llegar a aceptar que sucede porque estaba predispuesta a ese mal, a ese dolor, no me parece en absoluto alentador. Es como una especie de martirio religioso.

Es obvio, eso sí, que hay que ser consecuente con lo que se hace. Admitir tus errores, aceptarlos, aceptar que comentes dichos errores. Eso puese que sea quizá aquello que nos haga ser más humanos. Al menos de momento, prefiero seguir con esta mentalidad pese a la insistencia de algunos.

De todos modos, no está de más darle un  par de vueltas a este asunto.